No vendes lo que crees. Y eso está bien.
- Andrés Mulas
- 19 ago
- 4 Min. de lectura
Lo importante no es lo que se dice, sino lo que el otro entiende. -Jean Paul Sartre
Hoy la Newsletter me ha salido más personal de lo habitual. Espero que te haga pensar y te sientas identificado, si vendes servicios como yo o si tienes clientes a los que vender. Vale para todo tipo de empresas.
Hace unos días me hice dos preguntas que me dejaron rascándome la cabeza.
La primera fue cómo destacar en un mundo donde ya parece que todo existe.
Cuando el algoritmo te ayuda a buscar sobre un tema en concreto, te das cuenta de la magnitudad de esta primera premisa. Prueba a buscar cualquier negocio que se ocurra y deja que se haga la magia.
Información hasta en la sopa, productos por todos lados, servicios que se repiten como discos rayados. Lo que pienses, seguro alguien ya lo vende en internet.
La segunda fue más incómoda: ¿por qué mis clientes actuales me eligieron, están felices conmigo, y cómo explico eso a alguien que no tiene idea de quién soy?
Y más en un secgtor/giro tan saturado donde me muevo.
No me pasó en una reunión, ni preparando un plan maestro, ni siquiera me lo preguntó un cliente
Fue un pensamiento rápido mientras veía como el algoritmo "escupía" videos, web, artículos..., sobre un negocio que me habían propuesto. Me sentí como cuando te acuerdas de que dejaste la plancha encendida.
Incómodo. Difícil de esquivar.
La verdad es que siempre pensé que mi valor era obvio. Que lo que hago se entendía solo. Pero no.Lo que uno cree que vende no siempre es lo que el cliente compra de verdad.
¡Bienvenid@ a la edición 94 de The Momentum!
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Repasé a mis clientes actuales.
Algunos llegaron recomendados, otros de pura "chiripa", otros después de meses de seguir mis publicaciones.
Y todos coinciden en algo. Lo que más aprecian no es lo que yo juraba que era mi gran diferencial.
Unos hablan de la claridad.
Otros, de la calma que sienten después de hablar conmigo.
Otros, de cómo les simplifico lo imposible.
Casi nadie menciona lo técnico. Para mi la base, hasta ahora.
Ahí me cayó el veinte. Sigo tratando de explicar mi trabajo con argumentos, cuando ellos lo recuerdan por cómo se sintieron.
Y en redes sociales, el reto no es gritar más fuerte ni hacer malabares para llamar la atención. El reto es mostrar esas escenas que mis clientes ya valoran.
El alivio de entender algo que parecía chino. La paz de no estar solos con un problema. La claridad cuando todo estaba enredado.
Eso es lo que transforma un mensaje cualquiera en algo que hace que alguien diga:“Esto es justo lo que estaba buscando.”
En un mundo de exceso de todo, la pregunta no es cómo inventar la frase más brillante. Es cómo contar, sin cansarse, lo que ya funciona. Hacer visible lo pequeño que genera confianza y alivio.
Es como estar en un concierto enorme, con miles de personas gritando, y de pronto escuchar tu nombre entre la multitud. No necesitas que todos lo oigan.
Basta con que lo escuche la persona correcta.
Y aquí aparece algo todavía más importante. Reconocer a quienes de verdad conectan con tu mensaje y a quienes sabes que vas a aportarles un valor real.
No creo que debamos trabajar con clientes a los que no vamos a ayudar, aunque paguen generosamente.
El verdadero propósito de quienes vendemos servicios es que lo que entregamos se traduzca en cambios reales, en acciones que hagan avanzar a la otra persona.
Si eso no pasa, todo se queda en palabras bonitas y poco más.
No sé si eso se traduce en un pitch perfecto. Ni si me interesa tenerlo. Pero sí sé que, cuando me miro en ese espejo que son mis clientes actuales, aparece una versión más honesta de lo que ofrezco que cualquier cosa que yo pudiera inventar.
Mi reflexión final
Tal vez la clave no sea perseguir a todo el mundo, sino repetir lo que ya conecta.
Porque cuando uno encuentra algo que funciona, algo que de verdad resuena, que transforma, que aporta, lo más sabio no es cambiarlo, es profundizarlo.
Decirlo mejor.
Mostrarlo con más claridad.
Volver a él como se vuelve a casa.
No hace falta inventar un mensaje nuevo cada semana. Hace falta ser tan honesto y tan claro que quien te necesita pueda reconocerse en lo que cuentas.
No se trata de gritar más fuerte, sino de hacer más nítida tu voz para quien ya está escuchando.
Y esto no es solo una estrategia de comunicación. Es una decisión de fondo. Una declaración:
Prefiero ser profundamente útil para unos pocos que superficialmente visible para muchos.
Porque cuando alguien conecta con lo que haces en ese nivel, no necesitas convencerlo.
Te busca.
Te recomienda.
Se queda.
Y tú trabajas con menos fricción, más impacto y mucho más sentido.
Nos leemos en la edición 95
🫂Un abrazo, Andrés.
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